Noche de San Juan: sombras y ceniza, vacío cósmico
Depende de la persona que lea o escuche, es Noche de Brujas, mágica, de cumplimiento de sueños, de elevar una plegaria, de Esperanza, de rituales, de libertad, de misterio, de amor, de Amor, de quemar las cosas del pasado. Luego pienso en Nochebuena, Nochevieja, el paso del 31 de octubre al 1 de noviembre, el excitante carnaval... Tantas otras noches mágicas que, en realidad, sólo son como cualquier otra noche; ya para mí, al menos. Hace un año vibraba con estas inflexiones esotéricas.
La verdadera magia está en otros lados, en otros momentos, en otras veladas anónimas. Se viven y se quedan en recuerdos que, en realidad, se perderán para siempre porque, bien mirado, incluso el Sol, y con él nuestro planeta, es finito, en alguna parte de su descomunal superficie de gas ardiente lleva escrita la fecha de caducidad como un replicante de Blade Runer.
Partículas de polvo en un Universo lovecraftiano de nihilismo. En el fondo, todos nuestros sueños, nuestros deseos, nuestro yo, nuestro legado, nuestros ritos, posesiones, emociones, aspiraciones... Todo será Nada llegado el momento.
El vacío cósmico es tiniebla pura, total opacidad en frío, no hay opción de proyectar sombras ni que vuelen las cenizas. Porque eso somos: mortales dando palos de ciego en la inmensidad de su propia incomprensión de la existencia —y, con esto, me apropio de una frase de película, por ser menos original—, sombras y ceniza. Sombras y ceniza.
Disfrutad de la magia y el fuego y los ritos y los baños marinos y las velas perfumadas de colores para los deseos. En realidad, no existe el verano, es un bolsillo lleno de mecheros de propaganda barata y una llamada de teléfono siempre sin respuesta.
Recordad que hay algo bueno y malo en la Verdad, todo el mundo tiene una; pero cuando un hombre miente mata una parte del mundo.
Buenas Noches, Nueva Orleans.