Molinillos de viento: varitas mágicas


Después de las tinieblas, espero la luz.
Don Quijote de la Mancha.

Hoy mi hija se ha quedado prendada con el movimiento frenético de un molinillo de charol que mi madre les compró cuando aún eran prácticamente bebés. Llevaba, desde entonces, sujeto al reposacabezas del asiento.

Sudaba mucho. La he sacado para refrescarla con el aire y darle agua. La brisa ha empujado el volar estático del juguete, hasta entonces tan ignorado como las estrellas en una noche de rutina. Su risa infantil sí ha alzado el vuelo; pluma que planea a botes de niña, espoleando una escueta dicha y la ominosa nostalgia.


Me miraba con el molinillo en la manita, lo elevaba hacia el cielo como quien acaba de extraer la espada mágica de la roca: las mejillas encarnadas, gritando con emoción de alegría auténtica, tierna y dulce. Parecía que ninguna sombra existiese en esta vida y los gigantes siempre fueran gigantes de cuento, nunca palas de molinos con exterior de encalado roto en mitad de La Mancha contra los que te estampas en ataque de locura dejando los dientes al pagar la cuenta.

Volví a llorar aunque no deba llorar.

La brisa cesó y, con ella, la fugaz energía del juguete. Al levantar la vista sólo quedaban sus ojos sobre mí, con las cejas arqueadas, interrogantes. Aferrando aún al mástil de plástico, me ha sujetado las mejillas para plantarme uno de sus besos limpios.

Apenas repite algunas palabras, cada vez más. Pero tiene claro que un beso es «un muaaa», alargando la «a» tanto como pueda dar de sí el aburrimiento.

—«Muaaaaa» —he balbuceado mientras se carcajeaba—, papá necesitaba ese «muaaaa», cariño. Muchas gracias. Te quiero mucho, mi vida.

Un nuevo golpe de viento ha secado mis lágrimas mientras ella, recuperando el interés por el molinillo reactivado, lo sacudía cual varita mágica que pudiera borrar lo horrible, arreglar el pasado con su risa.

Sé que realmente podría. Alberga toda la magia en su alma. 

Hasta la próxima grabación y recordad que siempre hay algo bueno y malo en la Verdad: todo el mundo tiene una. Pero, cuando alguien miente, mata una parte del Mundo. 

Buenas Noches, Nueva Orleans.


El busto de Lovecraft...

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