Palomitas: "Hellboy: the crooked man" (2024)
Hablar de Hellboy siempre conlleva un extraño y delicioso viaje por el mundo de lo imposible, donde lo sobrenatural, lo monstruoso y lo tragicómico conviven en una misma escena, una escena que suele arrastrarnos a lugares donde las reglas, si existen, están ahí solo para romperse. Y, aunque no ha sido recibida con el entusiasmo que, tal vez, merecía, hay algo en ella que me ha devuelto al espíritu original de Mike Mignola, ese tono agridulce y sombrío que transforma cada página de cómic en una suerte de encrucijada mística.
Adaptar "The Crooked Man", una de esas aventuras aisladas más queridas por el público comiquero, no es tarea sencilla. No hablamos aquí de una saga épica, ni siquiera de un blockbuster que exija efectos especiales grandilocuentes o momentos de acción explosiva. Esta es una historia que bebe directamente del folk horror, de la brujería primitiva y, por supuesto, de ese terror cósmico que resuena en cada rincón de la obra de Mignola. De hecho, hay un guiño a Lovecraft que casi roza la ruptura de la cuarta pared, una conversación que parece saber muy bien que, al final, todo el terror viene del abismo que nos mira desde las sombras.
Lo que "The Crooked Man" hace bien es captar esa atmósfera enrarecida, esa sensación de estar atrapado en un bosque de pesadillas donde el folklore y lo oculto se entrelazan con lo inevitable. La película, aunque limitada por un presupuesto que se hace notar en sus efectos especiales (algunos de ellos no me parecen tan caros: ay, esas lentillas amarillas hubieran aportado mucho), logra mantener una cierta tensión ambiental, creando un mundo opresivo donde Hellboy camina como un intruso más pese a ser el gran Anung Un Rama (“y sobre su frente hay una corona de llamas”). Pero claro, cuando la cámara opta por lo que yo llamo "pelea de voltereta en el suelo” para abaratar los combates, la repetición se convierte en un enemigo, mostrando solo fragmentos de la acción, sin la fuerza visual que uno desearía. Es evidente que estamos ante una producción de bajo perfil, y en algunos momentos la falta de recursos pesa más de lo que debería.
Sin embargo, a pesar de estos problemas técnicos, lo cierto es que la adaptación del cómic en sí está bastante bien conseguida. Este nuevo Hellboy nos sumerge en esa trama rural y oscura que nunca ha necesitado de grandilocuencias para funcionar. La película juega con la sutileza y la atmósfera, y en eso se mueve con soltura. Eso sí, hay momentos en los que se alarga innecesariamente el desarrollo de ciertos personajes secundarios, relegando al villano a un segundo plano cuando, en el cómic, su presencia es la que marca el ritmo y el tono de la historia. Y aunque se nota la intención de enriquecer la trama con añadidos que ahonden en el trasfondo de Hellboy, a veces, esas decisiones enturbian un poco lo que hacía tan especial el relato original.
La coprotagonista, por ejemplo, recuerda a una versión temprana de las historias de "Hellboy enamorado", lo que introduce una dinámica interesante, aunque puede llegar a distraer del eje central del conflicto. Pero donde la película realmente encuentra su punto flaco es en la elección del actor principal. No es que el nuevo Hellboy no lo intente; lo hace, y con ganas. Pero uno no puede evitar pensar en la sombra colosal de Ron Perlman, quien capturó esa esencia tan característica del personaje, con su mezcla de irreverencia y tragedia. Aquí, la comparación es inevitable, y la falta de ese carisma inigualable se siente en cada escena.
Lo que sí queda claro es que, aunque el público y la crítica no han sido particularmente amables con esta película, "Hellboy: The Crooked Man" podría encontrar su sitio con el tiempo. Tiene algo, ese "algo" difícil de definir pero fácil de sentir, que hace que, a pesar de sus defectos, sea una película que merece un visionado atento. Quizá es la fidelidad a la atmósfera del cómic, o quizá simplemente porque, en su aparente sencillez, encierra más de lo que aparenta.
No se trata de una obra maestra, ni mucho menos. Pero sí es una película que ha sabido recoger el espíritu de Mignola, aunque las circunstancias la hayan dejado con menos herramientas de las que merece. En cualquier caso, es una aventura entretenida, bien ambientada, y con momentos que, aunque modestos, logran hacernos volver a ese rincón del cómic donde Hellboy nunca es el centro de todo... pero donde su presencia siempre es innegable.