Libros con gafas: "Nochebuena en un barco embrujado y otros relatos espectrales navideños". Diábolo Ediciones. Varios autores.

 


Ya está aquí, no hay vuelta atrás. Además de en librerías y grandes cadenas, podéis haceros con él en la web de Diábolo Ediciones.

No puedo hacer una crítica así que me limitaré a dejaros parte de la introducción del propio libro.

YO NO CREÍA EN FANTASMAS

No soy demasiado partidario de realizar pormenorizadas exégesis sobre el contenido de un volumen, salvo que la obra lo requiera por destinarse más a un acercamiento académico que recreativo y, aunque no niego el interés del primero, ya que el tema es muy relevante en la investigación literaria, esta recopilación está pensada, sin duda, para la segunda opción: un bufé de cuentos de fantasmas, relatos de miedo para pasárselo en grande en cualquier momento y, especialmente, durante las noches festivas de diciembre.

No obstante, si también estás buscando una cierta perspectiva más formal de los motivos de selección, en el apartado biográfico de autores encontrarás referencias menos personales y más inclinadas, en cierta medida, a la crítica literaria.

Por favor, me vais a permitir que me ponga cómodo, por un momento… Una recopilación como la que tienes en tus manos no se puede comentar de cualquier manera. Vamos a la biblioteca de una vieja pero acogedora mansión victoriana, tapizada de estanterías de madera noble y oscura, que soportan el peso de infinitos volúmenes fascinantes. Mi pipa está encendida y también la enorme chimenea adornada con extrañas figuritas de ídolos ancestrales, alternándose con los calcetines de colores festivos. Un enorme abeto, escuetamente decorado pero cuya base está repleta de regalos envueltos en vivos colores, se asienta junto a una mesilla en la que hay servidas unas copas de ponche. Los invitados se han retirado y quedamos nosotros, me he puesto mi batín y, sentado en un sillón orejero tapizado de terciopelo rojo, os invito a acomodaros también en los de enfrente para disfrutar, juntos, de las últimas horas de la víspera de Navidad y hablaros de un libro mientras la nieve se acumula fuera…

Debo ser sincero: no podré hablar desapasionadamente de este libro porque, por un lado, no es mi estilo y, además, el tema me fascina. El monstruo, parafraseando a Boris Karloff, “siempre ha sido el mejor amigo de mi vida”. En los momentos alegres, en los momentos difíciles, incluso en los aburridos, la literatura, el cómic y el cine de terror, de miedo y de monstruos de todo tipo —muchas veces más humanos que la propia humanidad—, me han acompañado, me han devuelto a la vida, me han ayudado a levantarme de las caídas existenciales, de los amores rotos, de las pérdidas, del aislamiento y de la incomprensión de un mundo del que, por otra parte, yo tampoco comprendo mucho sin su ayuda.

De todo el abanico de seres y oscuras criaturas de las tinieblas, sigo afirmando que aún me aterroriza quizá la más clásica y menos atemorizante, ilógicamente, en un mundo lleno de demonios cibernéticos, dioses alienígenas, medidores de electromagnetismo, grimorios electrónicos, apocalipsis zombis, guerras económicas y físicas, políticos engañosos y redes sociales o centros comerciales. Porque, en el fondo, no hemos cambiado mucho y las viejas historias, que aún seguimos contando junto al fuego, se pueden ceñir a dos temas simples, Amor y Muerte, que tienen todo que ver con este libro, pero se pueden condensar, aún más, en la gran pregunta: ¿y después?

Todos los seres mencionados sin duda son aterradores pero, qué pueden hacer, en el fondo: condenarte, borrarte, despedazarte, beber tu esencia vital… Resumiendo, de forma más o menos perversa, apelan a tu miedo al dolor psicológico o físico, al sufrimiento y, al final, a la muerte. Y ya está. Así de sencillo. Uno lo pasa bien y mal en la vida y esta se acabará. Puede ser porque te atropella un coche, te ataca un hombre lobo, o plácidamente en tu cama, pero el resultado es el mismo: todos morimos. Eso es inevitable. Todos esos sentimientos, dichas, padecimientos, triunfos y derrotas, nuestro lego, lo que somos, nuestra esperanza y anhelos… Se desvanece en un corazón que deja de latir.

Es aquí cuando mi monstruo favorito desempolva las sábanas y entra en escena porque todos, criaturas o víctimas, que estamos “de este lado”, sólo podemos conjeturar sobre su reino, el de la pregunta definitiva; pero él viene de ahí, entramos en el territorio del fantasma… En el del verdadero miedo, el punto sin retorno. Porque la mayor parte de esta sociedad, que ha perdido la magia en los bolsillos de la prisa, creo que, en verdad, agacha la cabeza y prefiere no mirar para no encontrarse con sus emociones y miedos reprimidos y evitar volverse locos y gritar, como en La mujer de negro: “Yo no creía en fantasmas…”.

Esa, en mi opinión, es una de las más poderosas razones para disfrutar y aprovechar estas historias de miedo, que nos turban y espeluznan, que hacen que los niños dejen la luz encendida y que los amantes se abracen con más fuerza: son un ensayo para los momentos de terror, llamémosle “real”, del ciclo vital, cada etapa con los suyos y arrastrando los anteriores la mayor parte de las veces, vestidos con una serena capa de civilización y sociedad adulta que, tarde o temprano, tendremos que confrontar. Entre estas páginas los encontrarás prácticamente a todos, como si fuera una guía pormenorizada y deliciosa.

De los cuentos de fantasmas, sin duda, el más interesante es el de ambiente navideño. Aunque se popularizase con el famoso Canción de Navidad de Charles Dickens, ya desde las celebraciones ancestrales, de los ritos de invierno y esperanza de resurrección, esta época se ha considerado profundamente espiritual y sagrada, de contacto con lo invisible.

Todo ciclo, como ya hemos hablado, tiene sus etapas y procesos; el ciclo anual es el más claro ejemplo. Cada cambio de estación lleva aparejados sus propios mitos, además de un descanso vacacional, por humilde que sea, para la reflexión y adquisición de fuerzas ante los retos por venir. En el caso del solsticio de invierno, las noches son más largas, las tierras más improductivas, las familias tienden a refugiarse de las inclemencias junto a luz espectral de las llamas aprovechando la cosecha y celebrando haber sobrevivido un año más y rogando por la llegada de una nueva primavera. Es momento de enorme espiritualidad y festejo, de compartir, de sanar o intentarlo, de proponerse a ser mejores. Pero también es el momento en que el velo con el más allá se hace tan fino que no resultaría difícil traspasarlo, en ambos sentidos. La época de la noche cerrada. Un momento ideal para los espectros.

Navidad y fantasmas. ¡Qué paradójico resulta! Cuentos de fantasmas navideños. ¡Tan consecuente a la vez! El relato de fantasmas navideño, que ahora mismo conocemos y que se ha perpetuado hasta nuestros días, mutó, como todas las buenas historias, de la tradición oral y se asentó en la época victoriana, donde vivió su máximo esplendor aunque muchos escritores lo siguen practicando en la actualidad con enorme maestría. La mayor parte de los escritos de este libro pertenecen a ese periodo: una época sin televisión, sin radio, donde los libros, folletines, revistas y periódicos eran el entretenimiento cumbre. No es extraño pensar que, en un momento de encuentro y grandes reuniones, se entretuvieran leyendo historias después de la cena de la misma forma que ahora se juntan las familias alrededor de la tele, aunque quedemos unos pocos que prefiramos la lectura.

El éxito de estas historias de miedo, inmersas en la Navidad, se disparó y no suena tan paradójico porque, como ya hemos dicho, de resultar “un ensayo para los miedos auténticos” también es divertido asustarse porque hay algo en el miedo, como en la Nochebuena, que nos retrotrae a nuestra infancia. No en balde, Walt Disney siempre insistía, en especial con sus atracciones temáticas, en que a la gente le gusta que le asusten.

Seguramente, os estoy confundiendo un poco: espiritismo, Nochebuena, diversión, literatura, fantasmas… Tanto el miedo como la Navidad tienen un punto en común que las fusiona como Amor y Muerte. La esperanza de creer, de cierta forma, en sucesos mágicos y sobrenaturales, más allá de toda explicación. “Yo no creía en fantasmas” se puede aplicar, de la misma forma, a “yo no creía en los Reyes Magos o Papá Noel”.

Es innegable que las fiestas navideñas son mágicas, da igual cómo las consideréis, apelan a la magia, a la unión, al cariño, a ser mejores, a recordar aquellos que ya no están, a dejar atrás las rencillas y fracasos del año, a recuperar, al fin y al cabo, uniendo los dos polos opuestos en un ponche perfecto, aquello que los sinsabores de la vida nos sustituye por obligaciones y responsabilidades: la inocencia. Mis monstruos y la Navidad siempre han mantenido viva esa parte del niño inocente que fui y que, espero, nunca perder.

Ya os advertí que me resultaba imposible realizar una crítica desapasionada, porque puedo afirmar, sin miedo a equivocarme, que este proyecto ha sido uno de los más maravillosos e importantes de mi vida literaria y personal, al que llevo entregando, prácticamente, un año entero junto a un equipo maravilloso. Ahora acaba, con estas líneas que dedico como campanadas en el carrillón de esta biblioteca junto al fuego. Los monstruos de sus páginas me han ayudado, como siempre y más que nunca, a recuperar la ilusión. El mejor regalo que podría recibir. Ahora, es vuestro.

Se ha intentado crear un volumen de referencia y para la historia, con nombres potentes (Lovecraft, Ramsey Campbell, Bierce, Cowper... entre otros muchos) con relatos, muchos de ellos, inéditos en las librerías españolas, sin olvidarse de autores de nuestra literatura.

Me despido pero os dejo esta reflexión. ¿Cuál es la esencia auténtica de la Navidad? La Navidad es, sobre todo, Amor. ¡Pero atención! Recordad que, como dijo Foster Wallace: toda historia de amor es una historia de fantasmas.


El busto de Lovecraft...

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