Mis aficiones/manualidades: pintando Heroquest (parte 1)

Este año ha salido uno de los juegos más míticos de nuestra infancia ochentera: el Heroquest. Ocurrieron multitud de vicisitudes e incluso engaños y timos hasta que los dueños originales decidieron tomar cartas en el asunto y vieron la pasta que podían conseguir reeditando la caja (y sus expansiones) y se pusieron manos a la obra. No han cambiado prácticamente nada, salvo la calidad de las miniaturas. Aquí os dejo la primera entrega de mis peripecias por pintar este trozo de historia del frikimonsterismo. 



No me he comido mucho la cabeza en general, salvo por añadir algunos efectos. La mayoría es una base de pinturas Contrast, tintas, aguados, pincel seco, y mucho cariño. 


A los cofres les ocurre lo mismo, salvo que descubrí una fórmula mágica secreta: metal y de tono medio y contrast tono gris piedra. Una maravilla para los metales usados y algo herrumbrosos pero aún así con cierto brillo.



La biblioteca de la derecha no pertenece al juego y la pinté hace muchísimo con las mismas técnicas pero la he metido dentro de la caja para que pueda usarse. 


Del trono estoy especialmente orgulloso respecto a cómo conseguí darle el efecto de desgastado, de vieja silla señorial llena de polvo y cuero en pleno abandono. 


Puertas. Muchas puertas. Me quedan todavía unas veinte puertas. Odio pintar puertas. 


Es la pieza de la que estoy más orgulloso ya que fue un reto el juego con los distintos tonos de la piedra en entre adoquines y sillares de la pared, así como la propia chimenea encendida con luz proyectada; creo que la hice mediante pincel seco y aguados en su mayor parte. Me ocurre que, cuando me pongo a pintar, luego no soy capaz de reproducir un efecto. Sé cómo hacerlo pero mis manos trabajan solas y me veo incapaz de recordar después cómo se llegó a dicho resultado. El cuadro es una fotocopia a color de uno que encontré por internet, reducido a la escala necesaria. EL chico de la copistería me miró como si estuviera sonado y no dejaba de preguntar para qué quería algo más pequeño que un sello. Le respondía que para decorar mi nostalgia. Lo pegué con superglue y recibió una capa de barniz brillante para darle el acaba de óleo. 


Poco que decir, diferentes texturas y mucha guarrería que se debe pintar bien para que parezca real y no simplemente que pintas mal. 


Esto fue una suerte absoluta. Me puse a jugar con los colores y lavados así como las luces proyectadas y el atril del mago nació con este aspecto espectral. 


La mesa del alquimista. Puro contrast y e insistir sobre ciertos detalles como la joya minúscula o las quemaduras en la madera y el desgaste de la felpa protectora. 


Bueno, queridos visitantes de mi país de las maravillas, espero que hayáis disfrutado y, dentro de poco, nuevos capítulos de mi vida literaria, lectora, friki y pintora. 

Recordad que hay algo bueno y malo en la Verdad: todo el mundo tiene una. 

 

El busto de Lovecraft...

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