Diario de un espectro: el molde de horno del pasado otoñal
Madrid, 2015. Finales de septiembre. El Retiro. Diario de un espectro.
Todo huele a final de año. Una certeza otoñal que no promete nada pero increpa. Me gusta escuchar el crepitar de las hojas, esa alfombra de hojas muertas y reiterativas como una palabra que se repite en la oración. La naturaleza salvaje, indefensa en su agonía encerrada en pleno corazón de una ciudad. Al hombre le gusta someter los elementos tras unos barrotes que ahora aferro preguntándome gripal en qué instante me caí definitivamente hacia este lado de la verja.
El tiempo. Un concepto en realidad inexistente que, no obstante, se erige como negativo del nosotros y la historia. Somos el tiempo que hemos decidido (por abnegación o locura, propia o ajena, consciente o no) vivir. Un molde, sin embargo, fabricado en el quebradizo y desechable papel de horno del pasado. Cumplida su función, caliente el bollo, no hay una nueva oportunidad. Cada paso del ser humano es un eterno e imperdonable «punto de no-retorno», una hoja que jamás podrá subir de nuevo al árbol.
Hasta la próxima grabación y recordad que algo bueno y malo en la Verdad: todo el mundo tiene una.
Buenas Noches Nueva Orleans.