Anexo de palomitas de ayer: "La abuela" (me la dejé)

 


Paco Plaza me parece uno de esos directores que saben cómo usar un lenguaje innato y personal con el que a una generación determinada le es sencillo conectar y que, sin embargo, tampoco resulta inaccesible para el resto del público que no haya vivido en cierta época. 

"Verónica" era todo un canto a los ochenta y a la paranoia ocultista, con escenas de un siniestro absoluto, sobre todo para aquellos que lo vivimos muy de cerca: yo estudiaba en el cole de al lado, en Vallecas, y el asunto llenó de pesadillas mis noches y las de muchos porque no era ajeno sino que había pasado allí, en ese Madrid que, en el fondo, no deja de ser una ciudad muy oscura en la que el madrileñismo cañí lo tapa todo como bien supo expresar en sus obras el modernista Emilio Carrere. El caso "Verónica" nos sacudió en plena jeta porque, en un momento donde el terror de verdad lo encarnaban gente que parecía sacada de películas como "Perros callejeros" y demás cine kinki, la aparición de lo sobrenatural mezclado con la marginalidad no entraba dentro de lo previsto y muchos niños, como yo, nos quedamos sin la defensa confortable que solían esgrimir las abuelas a la hora de apagar la luz de que "esas cosas de fantasmas y marcianos sólo pasan en Estados Unidos y a lo que debes tener miedo es al tirón de pelo que te voy a endiñar como suspendas". Nuevamente Paco Plaza ha conseguido una historia sólida de nuestro tiempo que entronca con la herencia familiar y la desambiguación desengranada entre los recuerdos infantiles con la realidad sucedida de la misma forma en que, al visitar los parques de nuestra niñez, nos parecen por un lado inalterados y por el otro pequeños, cutres y peligrosos con aristas oxidadas y muchas opciones para que alguien con malas intenciones hubiera cometido fechorías con un niño. Los abuelos, las madres, las personas que nos han enseñado a ser como somos, envejecen también, se transforman en niños y no podemos dejarlos desvalidos aunque pasar a ser el cuidador también supone un terrible desasosiego y soledad porque no podemos acudir a pedirles consejo sobre cómo cuidarles. Pero qué ocurriría si todas esas emociones, de improviso, chocaran con "otros mundos" mucho más perversos, crueles y que, para colmo, hemos olvidado. Leo por las redes que lo que cuenta esta peli ya se ha visto en otras películas como "La llave del mal" o "Déjame salir": es cierto, vale, entroncan con eso aunque son historias muy diferentes donde el "regionalismo" del gótico se refiere, más bien, a otros problemas que tienen más que ver con el conflicto racial específico que con la verdadera obra en la que se inspira de manera absolutamente genial "La abuela": esto no es gótico, es PURO horror cósmico, porque Paco ha bebido del excelente relato "El caso de Charles Dexter Ward" de H.P. Lovecraft. Es una adaptación donde la amenaza es la propia familia, nuestras diferencias y las semejanzas, y aquello que aceptamos como nuestro aunque más bien sea aprendido. Podemos sacarle muchas interpretaciones filosóficas y psicológicas a este largometraje pero me quedo con que es quizá de las mejores interpretaciones de una obra clave del maestro de Providence y eso es un logro que me sobran dedos de la mano para contar los directores que lo han conseguido.

El busto de Lovecraft...

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