Oh, Vincent

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Desconozco qué sería de mi propia cordura sin mis iconos personales o, como suelo llamarlos, mis constantes. Supongo que si un analista ponderase los motivos de mis filias, sacaría en algunos una imposible aspiración de semejanza.

También componen en torno a mi alma su propia defensa contra lo inmaterial, contra el relámpago del dolor, una jaula de Faraday invisible aunque a veces más quebradiza de lo que un servidor desease.

Hoy, hará 25 años, se despidió de lo terrenal uno de esos mitos, uno de los importantes: Vincent Price.

Conocido por su gusto por lo terrorífico pero también la buena literatura (también fue escritor de libros para niños), el propio cine (¿puede un actor no ser cinéfilo así como tantos denominados escritores no son amantes de la lectura?), la cocina (excelente chef), amante de los animales.

Vincent, el villano exquisito, el tipo cuyo rostro podía cambiar en décimas de segundo de la expresión más dulce a la propia representación de la maldad, que nunca temió de la autoparodia. Un padre de familia entregado, amante del buen humor y tierno hasta la médula.

Sobre todo conocido por los clásicos adaptados de Edgar Allan Poe para la gran pantalla bajo el empuje del director Roger Corman, se hizo un hueco en una parcela que adoraba y fue feliz con ello. No hay que olvidar que representó al único villano original jamás aparecido en los cómics de la serie clásica y hortera del Batman de Adam West, Cabeza de Huevo. Además, suya es la risa y la voz con la que acaba el célebre videoclip "Thriller" de Michael Jackson.

Un alma inquieta y brillante, aunque, como todos los que amamos el género (o los cómics) un pervertido.

Oh, Vincent, yo quisiera ser como tú, me cambiaba por ti ahora mismo; por muchas razones aunque la principal es que molas un montón.

El busto de Lovecraft...

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