Materia de fe

Resultado de imagen de ventiladoresLlevo mucho sin escribir un Buenas noches, Nueva Orleans. Pero creo que ya ha pasado demasiado para que mis seres imaginarios se priven de salir a pasear. De vez en cuando he pensado en resucitar este blog, con entradas más breves, más concisas, pero me puede la existencia y, al final, termino escribiendo en privado mis conversaciones con todos esos personajes que pueblan mis sueños y pesadillas, mis deseos y mis inquietudes, mi entorno y mi línea temporal. 

Pero hoy me apetecía agitar un poco los felpudos, abrir ligeramente las ventanas; probablemente haya perdido a todos mis lectores, pero esta bitácora comenzó como suerte de lectura para nadie y nada hay tan prometedor como el deseo de un comienzo. Como decían en "La Princesa Prometida", si algo sale mal vuelve donde todo comenzó. 

Y aquí estoy, donde todo comenzó; en realidad, donde todo comienza siempre: pulsando teclas, escribiendo. 


—¿Y qué le dice, querido amigo, que va a conseguirlo? —pregunta el busto de Lovecraft, dando saltos para intentar que le haga caso como si hubieran instalado una cama elástica junto a mi silla.
—La fe, señor Lovecraft. La fe. Tengo fe. 
—Pues vaya cosa... Eso no da de comer, eso sólo son palabras, eso sólo es una esperanza. Una especie de confianza ciega en que todo ocurre por una razón. En que uno salta con red.
—En efecto, querido amigo. Aunque no veamos la red muy abajo del precipicio. Aunque todos los semáforos nos hablen de desconfianza. Aunque nos falte todo lo que amamos, todo lo que soñamos... En el fondo, es tener confianza. Materia de fe. Señales.
—Sinceramente, suena precioso, pero entonces cualquier cosa puede ser materia de fe, tanto poniendo lo malo en lo bueno como lo bueno en lo malo.
—Explíquese...
—Que uno puede creer o no creer en cualquier elemento a elección, dado que hablamos de temas espirituales, por supuesto. 
—¿En qué cree usted entonces, querido amigo?
—Supongo que en el helado de vainilla, aunque últimamente he probado el de chocolate y coco y mire, lo he encontrado la mar de agradable. 
—Me sorprende su ímpetu en probar nuevas experiencias.
—Supongo que es la edad. 
—¿Y la edad le hace tener fe en el helado?
—También en el brownie, mientras que lleve helado. Si no, careceré de fe en el brownie. No me gustan las cosas dulces.
—Me resulta extraño ese concepto de no creer en algo.


Se quedó pensativo, mirando a la nada, antes de contestar.

—Al igual que ponemos nuestra fe en sujetos positivos, en elementos que sentimos intrínsecamente buenos, podemos centrar nuestras frustraciones dejando de creer en otros, usarlos de chivo expiatorio que soporte nuestros miedos y angustias. 
—¿Sabe usted, amigo? De un tiempo a esta parte me he vuelto bastante lento al discurrir. 
—La edad, sin duda, la edad.
—No se lo discuto, por supuesto. Pero me refería a que necesito imágenes para entender mejor las explicaciones. ¿En qué no cree usted, por ejemplo?
—Nunca he creído en los ventiladores.
—¿Los ventiladores?
—Sí. Los ventiladores. Tienen una forma muy extraña, inquietante. Sirven sólo para mover el aire y me miran raro.
—¿Le miran raro?
—Afirmativo, son desconfiados e incapaces de atender a una conversación. Siempre están diciendo que no. 
—Curioso. Bueno, supongo que cada uno tiene derecho a no creer en lo que quiera. Yo, prefiero tener fe.
—Pues yo tengo fe en la suya.. Y en el helado.
—Lo celebro. ¿Comenzamos de nuevo entonces?
—Por supuesto, hagamos un salto de fe. 


Hasta la próxima grabación y recordad que siempre hay algo bueno y malo en la Verdad, todo el mundo tiene una. 

Buenas noches, Nueva Orleans. 

El busto de Lovecraft...

El busto de Lovecraft...

Sígueme en Facebook

Translate/Traducir

Entradas populares

Un blog se alimenta...