De ángeles y putas

Imagen relacionadaMartes, va acabando septiembre y tengo que escribir de algo en el blog aunque el busto anda revolucionado por sus esquinas, metiéndose conmigo por no hacerle ningún caso y, sinceramente, servidor, tras una mañana que se ha ido enfangando en progresión geométrica, ha terminado sin ganas de escribir en bastante tiempo; se empieza a encontrar cansado de algunas cosas y aún le queda un largo trecho por el desierto, de cruzarse en su camino siempre los mismos conceptos recurrentes.

En eso siempre recuerdo cómo Juan Carlos Suñén alegaba la recurrencia en cuanto a lo inevitable, en todos sus libros siempre terminaba apareciendo de forma misteriosa una prostituta y un ángel; supongo que necesitaba esa dicotomía entre lo celestial y decadente. 


—No obstante, Don Fernando , yo no hago mucha diferencia entre un concepto y otro, porque me resultan seres de personalidad demediada, en el fondo sometidos, lo más lejos que podemos encontrar de un símbolo de libertad —el busto tuerce la boca en gesto dubitativo—. Le veo cansado y eso que ha librado usted hoy por la mañana. 
—¿Sabe que tiene cierta tendencia onerosa a interrumpir el curso de mis pensamientos con sus intromisiones, señor Lovecraft?
—A mi no me eche la culpa, sólo soy un objeto inanimado bastante animado.
—Demasiado para mi gusto presente. No tengo ganas de hablar. Estoy revuelto.
—Presupongo que es porque usted ha discutido. Permítame decirle que, para no gustarle, entra al trapo con una facilidad pasmosa. Debería empezar a controlar esas pasiones. No le hacen bien. Llevaba un tiempo muy sosegado, muy encerrado en su concha de caracol. ¡Siga así!
—Imagino que no tiene nada mejor que hacer que darme la matraca, ¿no? Tengo miedo de enfriarme. Cuando ocurre ya no hay nunca vuelta atrás, no hay regreso. Las personas dejan de serlo para ser sombras distantes en un parte de campo de visión. Cada vez que discuto, muere una parte del hombre que soy para otro, parece entero, pero muere. Hasta que cae en cuenta de que no queda nada. Donde parecía que estaba todo sólo hay un hueco vacío, una ausencia fría, un recuerdo tras la cáscara.
—Bueno, no nos pongamos melodramáticos. Vamos a ver... ¿Y ha discutido usted con un ángel o una puta?
—Excelente pregunta. Pues yo diría que con ambos. 
—Eso sí que es toda una sorpresa. Con la pureza y la bajeza al unísono.
—Si presupone la pureza a un ángel, creo que se equivoca. Para mí no hay nada más amenazador ni cruel. No hay traidor peor, el que fue capaz de romper lo que ama por orgullo. Es el peor de todos los monstruos. 
—Jamás lo había visto así. Tiene gracia. ¿Y la puta? La puta no me negará que es la bajeza, lo peor de todo. 
—Tampoco. Mire, una vez estuve hablando con una amiga y me cambió el concepto de algunas palabras. Creo que todo escritor debe realizar un profundo ejercicio por desvincular y desnaturalizar el lenguaje y volver a generarlo en una ficción con diferentes perspectivas. Si observa, la puta no es sólo quien se vende a cambio de sexo, sino también es un insulto común para la mujer que no guarda tabúes, vive su sexualidad de forma no represiva, no se adscribe a los campos clásicos judeocristianos del juego. Como me dijo esta amiga, muy centrada en la recreación del concepto, puta se le llama a una mujer sin miedo. "Puta", en realidad, quiere decir "poderosa". 
—Y usted en qué campo ha caído hoy, querido amigo. 
—Supongo que en ninguno de ellos. En el de la muerte pequeña. En ese camastro frío del espectro. De la sombra y el felpudo. De la llama y la mano que acude al corazón roto. 
—En definitiva, del perdedor. 
—El tipo que reparte las latas a los otros corredores.
—Mírelo de esta manera, ha escrito usted algo, esta mañana no iba a hacerlo. 
—¿Sabe? Ahora mismo no me apetece nada hablar con usted. 
—Porque creo que con quien ha discutido, en el fondo, es consigo mismo. 
—Tengo sueño, de verdad, tengo sueño. 
—Pero si usted no duerme, ¿acaso va a soñar con ángeles o putas?
—Supongo que con ambos, pero que sean ellos mismos hasta que me enfríe y deje de soñar de una vez. Realmente yo sueño con ascensores. Me he quedado en un ascensor. Buenas noches, señor Lovecraft.
—Buenas noches, Nueva Orleans. 

Hasta la próxima grabación y recordad que siempre hay algo bueno y malo en la Verdad. Todo el mundo tiene una. 




El busto de Lovecraft...

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