SINCERIDAD ANTE TODO

El jueves pasado mis nenes tenían su primera excursión del colegio, a un espectáculo teatral. 

A mi hijo, por su personalidad, le altera mucho cualquier variación aún minúscula en su rutina. La noche anterior directamente se descompuso y la pasé en vela porque necesitaba ir al baño casi cada hora. Para él suponía gritar «¡Papá me hago mucha caca!» y, tras aliviarse, caer dormido inmediatamente mientras que yo sólo lo conseguía unos minutos antes de la siguiente crisis. 

Agotador.

Por la mañana, la niña se despertó agitadisima, convencida de que el autobús se iba con todos sus amigos. Él rezongaba en su última visita al retrete. Mientras su hermana desesperaba en la puerta recorrimos el pasillo, ya vestidos, pero me dijo: «Hay caca en el pantalón». 

Resultaba imposible. No hacía ni dos minutos. Le insté a que no me mintiera para retrasar lo inevitable e introduje la mano para encontrarla sumergida en una textura abundante de barro húmedo y cálido. Con mirada condescendiente sólo dijo: «¿Lo ves?». 

Eso me pasa por no fiarme. El busto de Lovecraft, comenzó a vomitar desde su estantería. La cosa iba de fluidos personales.

Durante el nuevo lavado y cambio a toda prisa, llegó la niña. Tras observar la dantesca situación, estupefacta, me afirmó en susurros: «Papá, si el hermano está malito, él se queda en casa, pero yo voy a la excursión, ¿vale?». 

Aquí, cada uno a lo suyo. Un resumen de actitudes antes la vida: sinceridad ante todo.

—Ya lo sabe, Don Fernando —dijo el busto—. Es cuestión de prioridades... 
—Eso veo, querido, eso veo.

Hasta la próxima grabación y recordad que siempre hay algo bueno y malo en la Verdad: todo el mundo tiene una.

Buenas noches, Nueva Orleans.

El busto de Lovecraft...

El busto de Lovecraft...

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