Día del padre 2017

Hoy no es fiesta en la mayor parte del país. La tensión de un revés sanitario familiar ha dejado la onomástica en segundo plano con los míos, incluyendo al abuelo, mi segundo padre. Tampoco importa, porque cuando eres padre y uno ejerce como tal, con vocación de entrega, todos los días con tu prole implican un vuelo de celebración.

Por su parte, mi hijo aún no es consciente del asunto pero me ha felicitado a su manera, iluminando la vida. Esta mañana esperaba a que su melliza saliera del baño, sentado en la cama. Él ha venido y me ha pedido sentarse a mi lado. Cogidos de la mano, adormilados y ya vestidos, nos hemos quedado mirando al infinito, sintiéndonos la piel, dándonos calor como dos aventureros en este terreno extraño de la vida. De pronto ha dicho:

—Papá, ¿el cole esh todoz losh diaz?
—Sí, hijo —he respondido bostezando—. Hay que ir al cole todos los días.
—¿Y tú vash a trabajá todoz losh diaz?
—Sí. Como con el cole. 
—Puesh habrá que'inventar algo pa'que no shea ashí.
—Qué razón tienes, hijo. ¿Lo vas a intentar tú?
—Shi claro.
—Te quiero.

Se ha abrazado fuertemente a mí y no recuerdo si han pasado eones o segundos, porque el tiempo nos regala la eternidad de la memoria para la nostalgia, hasta que su hermana ha irrumpido bailando con una energía indecorosa para estar recién levantada y se nos ha unido. Según nuestra costumbre, hemos unido las manos y entonado al unísono: «¡FA-MI-LIA!». Después he tenido que tirar de ellos, también según nuestra costumbre, para conseguir llegar al colegio en tiempo y forma, respondiendo a todas sus preguntas, tanto nuevas como repetidas, y despedirme hasta la siguiente semana.  

Hay cosas que me siguen costando un poco... Pero su Amor todo lo cura.

¡Feliz día! Hasta la próxima grabación y recordad que siempre hay algo bueno y malo en la Verdad: todo el mundo tiene una. 

¡Buenas noches, Nueva Orleans! 

El busto de Lovecraft...

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