Recuperar a Bond como quien crea un recuerdo
Para algunas personas, que tendemos a la mistificación (y, por tanto, mitificación) de lo existente, uno de los mayores problemas de la melancolía es que los recuerdos van (casi con superglue) de la mano con referentes físicos: libros, películas, canciones, lugares... Dejan una pátina que ensombrece la creación de nuevas huellas hondas.
Pero hoy tenido la suerte de que me visite la serendipia y, dado que mi hija se negaba de pleno a dormir, hemos estado viendo «Skyfall» juntos. Ella, por supuesto, no ha entendido ni papa pero ha estado prestando toda la atención que sus dos años le permiten durante una película que me negué en redondo a ver en su tiempo cuando ya había dado por muerta la saga Bond para siempre.
Ese rato de oro con mi pequeña ha estado salpicado de bromas, miradas, chuflas, risotadas, cosquillas, besazos, quejas por el dolor de dientes, negativas enrabietadas a marcharse a la cuna durante los anuncios a pesar de los bostezos, bailes al compás del clásico tema de Mancini (que, poniéndonos puristas, se titulaba «Dr. NO»), unos crackers con quesito compartidos y la certeza de que mi niña me ha entendido perfectamente la promesa de irse a descansar una vez acabase la película.
Hoy, he recuperado a 007, al igual que él se recupera a sí mismo en una trama francamente pobre y llena de grotescos guiños nostálgicos, he descubierto el placer de compartir de nuevo un momento muy especial con alguien.
Ella no lo recordará, pero yo guardaré esa memoria para siempre y, por un instante, hasta me ha parecido ver la sombra del busto de Lovecraft realizando la entrada clásica como objetivo central del cañón de un arma.
Hasta la próxima grabación y recordad que siempre hay algo bueno y malo en la Verdad, todo el mundo tiene una.
Buenas Noches Nueva Orleans.