Palomitas: "Longlegs", 2024

 


I know you're not afraid of a little dark. Because you are the dark.

"Longlegs" no es una película perfecta, ni lo pretende. Sin embargo, me ha dado algo que pocas logran: me ha atrapado de alguna forma que no consigo explicarme bien y eso ya es mucho para lo que va de año y lo que va de cine. Lo curioso es que muchos de los que podrían considerarse sus puntos débiles se convierten en parte de su encanto, como ocurre con otras enormes cutreces del séptimo arte como "Phantasma", tan mala que termina dando la vuelta al guante porque todas sus torpezas contribuyen a generar un halo malrollero que encumbra a la película. 

La protagonista, por ejemplo, es casi una sombra. Su falta de personalidad en otras películas sería un problema, pero aquí es parte del tejido de la historia. Esa sensación de vacío la hace vulnerable, desorientada, como si estuviera atrapada en una pesadilla donde no puede tomar el control... Una pesadilla que se va volviendo más real a medida que la historia coge carrerilla y se torna, paradójicamente, más sobrenatural. Y quizá por eso funciona tan bien: no necesitamos conocerla en profundidad desde el principio porque no tiene ninguna hondura, solo necesitamos sentir su miedo porque es el mimbre, es la ausencia la que dibuja el perfil.

El uso de las sombras y los espacios vacíos es otro aspecto clave junto aquello que no se ve y queda fuera de la cámara. Los momentos más perturbadores no se muestran directamente, ocurren al margen, fuera de foco, casi (digo casi) subliminales, hay que fijarse en ellos: ventanas, sombras, pasillos, espacios vacíos, colores, contrastes... Esto no es casual, sino una elección narrativa que añade tensión, dejando con la tarea de completar en nuestra mente. Es una película que se construye tanto por lo que muestra como por lo que deja en el aire: se define por sus sombras.

It seems I wore my long legs today.

Y luego está Nicolas Cage. Su interpretación de Longlegs se antoja salvaje, excesiva, absurda, ridícula, incomprensible, paródica, desagradable... pero funciona. De algún modo, su presencia se siente como el centro de gravedad que invoca el caos calculado que sucede a su alrededor, el agujero negro del tópico que, por exceso, deja de serlo. Es puro desbordamiento: lejos de chocar con la atmósfera contenida (hasta llegado un momento) de los primeros "actos" de la película, la complementa. Cage es esa chispa de locura desatada, de maldad sin razón, de juego y juguetero, que transforma el filme, lo lleva a otro nivel y, sinceramente, con otro actor la experiencia sería completamente distinta: ofrece el impacto genuino de la maldad pequeña, la victoria de ese mal que no quiere grandes orquestas, sino ir atrapando las almas sencillas y falibles de todos, la esencia humana, su guerrilla en torno a devorar aquello que debería siempre permanecer puro y al amor que, precisamente, es el "lei motiv" de toda perversión.

"Longlegs" no revoluciona el género, pero sí tiene algo especial, se queda dando vueltas dentro de tu cabeza como una bola metálica mucho después de que haya terminado. Con todos sus fallos —o tal vez gracias a ellos—, va a seguir resonando en mi interior.

El busto de Lovecraft...

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