Libros con gafas: "Watchmen". Eccediciones Allan Moore
Le regalé mi ejemplar de Watchmen, comprado en la famosa "Forbidden Planet" de Londres, a una persona especial a quien consideraba como un hijo y no me arrepentiré nunca. Pero me quedé sin esa joya hasta ahora, que lo han reeditado a un precio razonable en tamaño bolsillo. Así que he procedido a revisarlo, a pesar de lo terriblemente incómodo que resulta un formato tan pequeño para una obra tan grande.
¿Qué es Watchmen? Se podría responder a esa pregunta de una forma muy compleja y extensa o, simplemente, decir: una obra prácticamente perfecta que lo cambió todo. Puede no caerte demasiado bien su autor a causa del personaje que se ha creado en torno a él y cuyas excentricidades cada vez son más extremas, en especial, con el tratamiento un poco desdeñoso que otorga a sus propios lectores. Pero los genios, para bien o para mal, son seres excéntricos y fuera del mundo, lo que les otorga una perspectiva de la que carecen aquellos que están dentro del mismo. Todo hay que decirlo, hay que contar con un buen remanente en el banco que te permita hacer lo que tu quieras en la vida y dar rienda suelta a todas esas excentricidades excesivas.
En lo relativo a lo revolucionario: cambió el concepto de novela gráfica, de superhéroes, de la forma de realizar critica social y moral del mundo que vivimos, mediante una trama detectivesca que se va descubriendo a cada viñeta y que, además de hacerte reflexionar, te mantiene en vilo con unos personajes complejos y repletos de volumen en un mundo, muy semejante al nuestro, pero en el que los superhéroes existen, los "vigilantes" son una realidad con la capacidad claro, de utilizar sus habilidades (bien extraordinarias o no) sin dejar de ser, en el fondo, humanos falibles con su propia idiosincrasia, en muchas ocasiones muy diferente de la de sus compañeros, la sociedad, los agentes de la ley o el propio gobierno en un mundo al borde de una amenaza nuclear masiva producto de la guerra fría; curiosamente, no es una situación muy distinta de la que nos toca revivir. Watchmen se hunde hasta las profundidades del amor, la amistad, la responsabilidad, la herencia, los fantasmas personales, la compasión, las relaciones de pareja, el poder, los sueños, la necesidad y el deber, la ética de mantenerse fiel a los principios aunque ello suponga la destrucción de la única solución posible para ser mejores. Necesitamos héroes que nos salven pero nadie nos dijo que no serían esos seres perfectos salidos de las viñetas, que siempre ganan, siempre son estables mentalmente, siempre saben lo mejor para nosotros y para el mundo.
Héroes, dioses, vigilantes que nos terminan remitiendo de continuo a la famosa cita de Juvenal: "¿Y quién vigila a los vigilantes?". Una obra sobre la verdad y la mentira, y todas las escalas de grises en busca de fines egoístas o filántropos. Narrada como una novela negra, sucia, extrema, tan diferente y tan poética... Desde la voz que, a pesar de tratarse de una obra coral, podríamos denominar el protagonista o hilo conductor de la historia: ese magnífico personaje que es Rorscharch, el detective intenso, violento, psicopático, fascista, moralista, trágico: "Las calles son alcantarillas alargadas, y esas alcantarillas están llenas de sangre, y cuando se forme una costra en los desagües todas las alimañas se ahogarán. La mugre acumulada de tanto sexo y tantos asesinatos les cubrirá con su espuma hasta la cintura, y todas las putas y los políticos alzarán la vista y gritarán: '¡Sálvanos!' y yo susurraré: 'No...'".
Obra maestra, inolvidable, que aún sigue ¿viva? (lo sucedido después de la pandemia, en la que todos pensamos que saldríamos mejores, me lleva a pensar que no), pero que cualquier persona con un poco de corazón dentro de su pecho debería leer varias veces en la vida quitándose el estigma de que los superhéroes son para los niños y los frikis: "Un hombre va al médico. Le cuenta que está deprimido. Le dice que la vida le parece dura y cruel. Dice que se siente muy solo en este mundo lleno de amenazas donde lo que nos espera es vago e incierto. El doctor le responde; 'El tratamiento es sencillo, el gran payaso Pagliacci se encuentra esta noche en la ciudad, vaya a verlo, eso lo animará'. El hombre se echa a llorar y dice 'Pero, doctor… yo soy Pagliacci'. Es un buen chiste. Todo el mundo se ríe. Telón”.